La vela que no se apaga

Hay tantas velas como ilusiones, y tantas ilusiones como sueños. Todas ellas caprichosas, sin duda.

Algunas se apagan tan pronto como se encienden, como si no hubieran nacido para permanecer encendidas más de unos pocos segundos; También las hay tan frioleras que se extinguen con el solo roce del aire; Otras, por el contrario, son de llama fuerte y abundante, capaces de resistir las ráfagas más gélidas de viento. Sin embargo, la cera no tarda en consumirse ante el calor de su fuego; Otras, de llama más tenue, aguantan y aguantan días, meses e incluso años. Su luz apenas alumbra, pero aun así son constantes, perseverantes.

Y después está la otra clase de velas. Una que parece resistir el viento, el calor y el paso del tiempo. Me atrevo a decir que aguanta incluso el fenómeno más peligroso de todos: Nuestro soplido.

Pues yo tengo una de esas velas. De un sueño que no tenía cabida en mi vida, o al menos eso pensaba yo. 

Ese sueño es dibujar, pintar, ilustrar. 

Yo ya había elegido el camino de escribir. No era nada “serio” andar coqueteando con otras artes. Le debía una fidelidad a la sobriedad de las palabras.

«Yo soy serio. No tengo tiempo para desvariar… »

Recordaba aquella frase de El Principito mientras se me iban los ojos a los dibujos y pinturas de otros, con anhelos, deseos, y también algo de celos. Sin embargo, yo debía concentrarme en mis letras. Pero ahí estaba aquella llama: burlona, atrevida… y también preciosa. 

Yo llenaba los pulmones de aire y la soplaba con todas mis fuerzas, hasta quedarme sin aliento, pero su llama parecía reírse de mí, contoneándose grácil ante mis esfuerzos, y tan pronto como me quedaba sin aire, volvía a quedarse inmóvil sobre su mecha.

Fue entonces cuando aparté la vista de ella, disgustada ante semejante rebeldía, y la fijé en mi estantería llena de “libros serios”. Mi mirada se deslizó hacia el primer estante. Mi preferido. Esos libros que parecían observarme desde su soberbia altura. Todos ellos llenos de palabras, serias y sobrias, pero también de algo más: Ilustraciones

La simbiosis de mis dos amores estalló ante mis ojos. 

Así que el otro día me di por vencida y, algo temerosa, cogí la vela, la puse en mi escritorio, la dibujé y después escribí esta historia. 

Este es el resultado: 

Por lo pronto, he decidido dejar de soplar esa vela, y me he propuesto comenzar a dibujar algunos bocetos que adornen mis historias. ¿Y por qué no? También compartirlos con vosotros. Porque si soplar mi vela no la hace más débil, aceptarla y amarla puede que la haga más fuerte.

¿Quién sabe? Puede que en mi escritorio haya sitio para dos velas.

O quizá, esta vela sea algo atrevida, y tenga dos mechas.

¿Acaso alguien dijo que los sueños debían ser serios?

¿Y vosotros? ¿Tenéis alguna de esas velas burlonas que no se apagan por más que soplemos?
¿Sentís quizá esa debilidad que siento yo por los libros ilustrados? ¿O preferís que las palabras sean las únicas protagonistas de las páginas?

Os leo.

Gracias por venir a El Palomar, refugio de todos los que tenemos la cabeza llena de pájaros. Y recuerda:

¡A volar sin miedo y a soñar sin límites!

Paloma.

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