El don de la creatividad

Creatividad. Estoy segura de que no es la primera vez que oyes esta palabra y, sin embargo, el hechizo de esta vieja conocida ha sido lo que te ha traído hasta aquí. 

Tú, que quizá has sido besado por ese don mágico que transforma en historias las letras, en paisajes la pintura, y en extraordinario, lo cotidiano.

Bienvenida, extraña criatura creativa.

Ahora, para un segundo ese molino de ideas que gira sin descanso en tu cabeza, y escucha algo que tengo que decirte:

Ser creativo no te hace, en absoluto, especial.

Deja que me explique: 

La RAE define la creatividad como la facultad de crear, y todo ser humano, por el mero hecho de serlo, es creativo. 

Porque para crear no necesitamos ser los elegidos por un superpoder fruto del capricho. Por el contrario, solo necesitamos tres cosas: Imaginación, recursos y acción.

Sin embargo, hay personas que no se consideran creativas, y dicen una mentira que me hace temblar:

«Yo es que no tengo imaginación»

¡¿QUÉ?!

Imaginar consiste en crear una imagen en nuestra mente, y eso, hasta donde yo sé, puede hacerlo cualquier ser humano. 

La imaginación es aquello que llevó a los primeros homo sapiens a visualizar herramientas con las que trabajar o defenderse y, después, una vez superados los enemigos de la creatividad, les llevó a construirlas. Y esas herramientas nos han llevado a donde estamos ahora. 

El problema de aquellos que dicen que no tienen imaginación es que no confían. No confían en aquello que han imaginado, y por ende, tampoco en sí mismos, lo que les conduce a desconfiar de su propia creatividad. 

Así que tú, criatura creativa, deja que me contradiga con aquel momento del principio de este texto en el que te hice sentir como uno de los pocos seres iluminados con el don de la creatividad o, por el contrario, por un pobre desgraciado que no tuvo la suerte de ser bendecido por él, y permíteme que te vuelva a repetir que la creatividad no te hace especial. Porque creativos somos todos. Pero no todos nos creemos capaces de crear, que es distinto.

Aquello que separa al creativo de su creación son unos enemigos que se cuelan en alguno de las fases que convierten las ideas en algo tangible. 

Déjame que te presente a esos enemigos, con los que es posible que ya estés familiarizado. Son 9 + 1: 

  1. La inseguridad 
  2. La comparación 
  3. El perfeccionismo
  4. La impaciencia
  5. El qué dirán
  6. El síndrome del impostor
  7. La indecisión
  8. El exceso de planificación
  9. El miedo al fracaso

+1: Aquel que ha venido a tu cabeza sin necesidad de nombrarlo.

Te diré que, en un principio, durante la creación de este borrador, le dediqué un buen rato a definir cada uno de estos enemigos. Pero ¿sabes qué? Conforme lo hacía, mi nivel de alegría fue bajando conforme aumentaban las palabras, como si fueran fantasmas que me estuvieran robando la energía. 

Cuando llegué al último, al fracaso, todos esos espectros se habían apoderado de mí y sentí que tomaban el control de mi ánimo, destinando este post al absoluto fracaso. 

No quiero transmitirte ese desanimo, así que no te hablaré de esos fantasmas. Porque si algunos de ellos ha decidido visitarte en el pasado, lo conocerás perfectamente sin necesidad de que yo te explique su sintomatología, que es posible que no sea igual para una persona que para otra. Y si, por el contrario, no sabes qué quiere decir síndrome del impostor, seguramente es porque no lo padeces, así que veo igualmente innecesario hablarte de un mal que no tienes, vaya a ser que te sugestiones y empieces a pensar que sí, al igual que te picará la cabeza si te menciono a los piojos. 

Así que, esas palabras que en un principio iban a presentarte a cada uno de los enemigos de la creatividad, irán destinadas a hablarte de algo más bonito: 

Su cura.

Y es que, aunque es posible que haya tratamientos específicos para cada uno de esos enemigos, hay algo que es mano de santo contra todos. Un todo en uno. Un paracetamol de la creatividad. 

Te estoy hablando de nada más y nada menos que de la CONFIANZA, o fé, o esperanza, llámala como te sientas más cómodo. 

Recuerdo una vez, sentada en la mesa de camilla con mi abuela que, de pronto, sin venir a cuento, o al menos eso creí yo en ese momento, se puso muy sería y me dijo: 

«Solo te falta una cosa en la vida: Fé». 

Y dicho esto, se giró hacia la televisión y siguió con la vista perdida en ella como si nada. Y yo mirándola a ella, con aquellas palabras anidando dentro de mí sin que yo fuera consciente. 

Hoy, muchos años después, esas palabras han vuelto a mí como el eco de un recuerdo. 

Hoy me he vuelto a sentar en la mesa de camilla y mi abuela me ha repetido aquello que a menudo pierdo, y que ella se encarga de recordarme rompiendo las barreras del tiempo y del espacio. 

Fé. Fé en que la semilla que con tanto mimo y cariño he plantado y que riego cada día, florecerá. 

Si yo hubiera dejado que la falta de confianza, o de fé, ganara la batalla, posiblemente hoy no estarías leyendo esto, porque no habría tenido el valor de escribirlo. Me habría quedado en aquella zona que llaman de confort, acompañada por mis fantasmas, donde las posibilidades de progresar son tan bajas como la ilusión.

Así que sí, todos podemos ser creativos. 

Porque el don de la creatividad quizá no te hace especial, pero aquello que decidas hacer con él, te hará excepcional

Y como leí hace poco en la sala de espera del médico, «Un pájaro posado en un árbol nunca tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en la rama, sino en sus propias alas». 

Hoy, por tanto, he decidido traerte una dosis de fé, esa medicina que me recomendó mi abuela, porque quizá tú, al otro lado de la pantalla, también necesites que alguien te la prescriba. 

Gracias por venir a El Palomar, refugio de todos los que tenemos la cabeza llena de pájaros. Y recuerda:

¡A volar sin miedo y a soñar sin límites!

Paloma.

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